Mara, mi abuela paterna, nació el 26 de agosto de 1898, en Guadalajara, Jal.
Muchos de sus familiares eran oriundos de Zapopan, Jal., y con mi abuelo Alfonso siempre soñó en terminar allá sus días; hasta una casita compraron, pero por diversas causas nunca se cambiaron a ella.
Estudió para Secretaria Comercial en el Liceo para Señoritas y en la Academia ‘Julio Sierra, donde después dio clases de mecanografía y taquigrafía que dominaba al cien por ciento.
Fue de las primeras mujeres en Guadalajara que trabajaron en tiendas departamentales de Mayoreo donde alternaba solo con hombres. Ella lo hizo en los almacenes de “La Ciudad de Londres” de los señores Lebre.
Sumamente alegre y amante del baile, le encantaba organizar fiestas de disfraces y arreglarse. Tuvo en su hermana María Dolores, (Lolita Araujo) una segunda madre y compañera de toda la vida, ya que ésta permaneció soltera y vivió en casa de mis abuelos siempre.
Su hemano mayor Luis Rafael, hacía labores de abogado (sin recibirse profesionalmente). Era casado y con solo un hijo de nombre Alberto.
Al casarse con mi abuelo Alfonso Gómez Tejeda dejó de trabajar y se dedicó de lleno a las labores del hogar.
Mara y Alfonso, mis abuelos paternos, procrearon tres hijos varones; Alfonso el primogénito nacido en 1930 y murió a los cuatro años y medio de edad por fiebre tifoidea. Alfonso (mi padre), el segundo, nacido en 1935 y Enrique el último, nacido en 1939.
Mi abuela Mara tuvo varios abortos a causa de su tipo de sangre RH ‘A’ Negativa, entonces de consecuencias no conocidas.
Varios años después de la muerte de mi abuelo Alfonso, prefirió terminar sus días en un Asilo de Madres, para no mortificar a sus hijos Alfonso (mi padre) y Enrique (mi tíoy padrino).
De gratos recuerdos para mi auellas visitas que le realicé en el asilo. Siempre tuvimos mil temas para platicar, sobre todo de mis “novias” y de mi “corte de pelo”, así que las horas transcurrían y nosotros como “periquitos australianos”, plática y plática…
Recuerdo con emoción que cada vez que algún ancianito quería platicar conmigo o se me acercaba mientras platicábamos en el corredor, afuera de su cuarto, de inmediato ponía orden y los alejaba de mí. No cabe duda que el amor de los abuelos hacia los nietos es “fuera de serie”.
Mi querida y adorada abuela Mara, falleció el 20 de febrero de 1983, en la Guadalajara, Jal., y sus restos fueron depositados en el Panteón de Mezquitán.
Con la autorización de mi padre Alfonso y mi tío Enrique (su hermano), mis hermanos (Adriana y Ernesto) y yo realizamos los trámites administrativos de ley para realizar la exhumación de sus restos, los cuales depositamos en el interior del Templo de San Roberto Abad, en un nicho especial donde a partir del sábado 14 de abril de 2018, se encuentra junto con mi abuelo Alfonso (su esposo), y mis abuelos maternos (sus consuegros) Concepción, Salvador y Chavita, primogénito de ellos y hermano de mi madre Sara.
Descanse en paz, María Luisa Araujo Lizana