Como la gran mayoría de los niño, desde a temprana edad el futbol representó lo más importante en mi vida, aún más que los estudios, situación que nunca logré que mis padres pensaran igual que yo, y menos cuando se llegaba el tiempo de presentarles mi boleta de calificaciones.
El futbol lo comencé a jugar desde la Primaria, cuando estudiaba con los Hermanos Lasallistas en el Colegio Francisco Febreres Cordero, ubicado por la calle de República, al Oriente de Guadalajara. Lo hice cuantas veces pude y tenía tiempo, sin importar el lugar, la cantidad de amigos, ni si era con pelota o balón.
Aproximadamente a los12 años, me integré a la liga infantil del Club Deportivo Guadalajara, institución y equipo a los cuales admiro y quiero con gran pasión, hasta la fecha, en las buenas y en las malas. Mejor dicho: “Soy Chiva de Corazón”.
Mi mejor tiempo para jugar futbol y disfrutar todo lo que se generaba a su alrededor, fue durante la Secundaria. Durante la época de la Preparatoria, jugué en la liga del Deportivo Morelos, A.C., con el equipo San José, administrado por Don Luis Águila Zepeda (QEPD), siendo el capitán del equipo mi estimado y querido amigo Ildefonso Águila Altamirano; hoy administrador general del Deportivo Morelos.
De nueva cuenta volví a jugar futbol de manera constante en 1990, ahora en la ciudad de Zamora, Mich., lugar al cual cambié mi residencia por motivos de trabajo.
Participé durante varios años en la Liga Interbancaria, siempre en el equipo del Grupo Radio Zamora.
Aproximadamente, entre 1999 y 2002, jugué en la liga de Padres de Familia del colegio Anáhuac Chapalita, institución en la cual estudiaba mi hijo Alfonso.
Posteriormente, ya laborando en TELMEX, particié en algunos partidos entre amigos, pero ya nada en forma constante.
Tanto en la época del Anáhuac Chapalita como en la de TELMEX, jugué de portero.
Desde entonces a la fecha, por motivos de trabajo y estudios, me ha sido imposible volver a practicar el fútbol de manera regular, pero: “la esperanza muere al último”.